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martes, 20 de septiembre de 2011

Así se transmite el optimismo (y el pesimismo)


El carácter lo es todo. Hay niños a los que les pones un problema difícil, y cuanto más les cuesta sacarlo adelante, más se pican y más concentración le ponen. Otros, en cambio, si ven que la cosa se complica, bajan los brazos y dicen "es que no puedo, yo no sé, a mi no me sale eso".
 
El éxito en la vida depende de la fuerza con la que encaremos las dificultades, y ahí, tener metido en el cuerpo ciertos rasgos pesimistas, nos resta puntos. Pero, ¿sabías que el pesimismo, como el optimismo, es algo que al niño le crece poco a poco desde casa y que lo marcará?

El carácter que se contagia


Los psicólogos lo tienen claro y le han puesto un nombre: "estilo explicativo". Así llaman a la manera que tenemos de explicar y sentir nuestras experiencias, tanto las buenas como las malas. Si nuestro estilo explicativo es alegre y optimista, no dejamos hueco a la depresión para que se cebe con nosotros.
 
"En la vida nada es blanco ni negro, todo depende del cristal con el que se mira" , dice la frase. De cómo estamos por dentro, depende cómo leamos lo que pasa por fuera. Hay un psicólogo llamado Albert Ellis que lo explica todo con el modelo ABC. A es la adversidad, B son los "believes", nuestras creencias y valores y C las consecuencias.

La historia funciona tal que así: pongamos que Juan y Rodolfo son de repente despedidos de la empresa (A). Juan, que anda algo falto de confianza (B), empieza a darle vueltas y a creer que ha hecho un montón de errores (C), que la culpa es suya, que tenía que haber actuado de otra manera, que ahora dónde va sin trabajo. Además, como ahora no podrá traer el sueldo a casa, empieza sufrir ansiedad, y a dudar de si es un buen o mal padre.

Rodolfo, en cambio, intenta aprender de toda situación (B). ¿Me echaron? ¿Hizo algo mal? Tengo que saber qué fue para no repetirlo . Va a preguntar y se entera que las cuentas de la empresa no son buenas, que estaban muy contentos con el trabajo de los dos, pero que no se va a poder pagar sus sueldos en los próximos seis meses, y que, para eso, mejor es dejarles salir que retenerles bajo engaños. Así que, desde el primer momento, se pone a buscar otro trabajo, con la confianza y el empuje de saber que él se merece otro trabajo, que todo es cuestión de perseverar (C).

Ante el mismo problema, el destino de Juan y Rodolfo cambia drásticamente en base a su distinto carácter, a los valores con los que enfrentan los problemas . A su "estilo explicativo", su forma de mirar lo que les ocurre. Según los expertos este estilo se va fijando en los niños entre los tres y los ocho años, aunque después hay posibilidades de cambiarlo si se trabaja lo suficiente en ello.

Según otro experto en el asunto, Seligman, los niños elaboran su estilo explicativo basándose principalmente en dos fuentes:
a)  inspirándose en cómo le explican las cosas sus padres (cómo le decimos, por ejemplo, lo que está bien y mal, y qué consecuencias tiene cada cosa)
b)  viendo como los adultos catalogan sus conductas (por ejemplo, si le decimos que él es malo cuando en realidad hizo algo malo que debe cambiar, no le damos el mismo cariño que cuando sacaba buenas notas, etc)

Formar un estilo explicativo positivo


En su esquema mental, el pesimista no cree que en su mano esté cambiar lo que le rodea. Las desgracias vienen solas, sin parar, y no se puede hacer nada.

La base del optimismo es alejarse de esa idea teniendo claro dos ideas:   (1) lo que te pasa es consecuencia de tus actos, y (2) que en tu mano está cambiarlos. Debemos actuar de forma que reforcemos esta lógica en su cabeza. Para ello hay unas cuantas pautas que debes tener en cuenta: 
  1. Si a un niño de cinco años le pones todo su desordenado cuarto o una página de 30 cuentas como objetivo, es fácil que baje los brazos y diga que eso no lo puede hacer. Hay que trocearlo: primero le pides que haga su cama (¡claro! Eso es fácil), luego que recoja el escritorio (bueno, se puede hacer) y después que ponga cada cosa en su sitio (la verdad, si ya he hecho todo lo de antes, ¿cómo no voy a poder esto?). Dividir toda actividad ayuda a disfrutar de cada progreso. Haz de las tareas grandes trozos pequeños para que pueda cogerlos más fácilmente.
  1. Eso del "yo no puedo cambiar las cosas" puede ser algo que venga de la pasividad . ¡Hay que combatirla! Antes que juguetes que le tengan sentado, busca aquellos que le hagan moverse, por dentro y por fuera. Para esto son muy buenos los juegos de roles, como por ejemplo ponernos todos en el patio e imaginarnos que somos de repente exploradores en busca de un tesoro, o caballeros andantes... no hay mundo más fácil para actuar que el de la fantasía. Jugar al teatro o a las marionetas le vendrá bien... ¡incluso podéis crear personajes que sean optimistas y pesimistas para que aprenda a manejar cada uno de los roles!
  1. Importante diferencia. Cuando haga algo mal, nunca decirle que es malo. Separar bien la mala opinión que tenéis de sus actos de la que os merece él, como hijo. Se equivoco, lo hizo malísimamente mal... "sobre todo porque sé que puedes hacerlo bien, que puedes hacerlo de otra manera". Lo llaman crítica constructiva, es formativa, y, aunque no siempre podemos aplicarla [hay niños que desbordan a un santo], conviene intentar llevarla a cabo.
  1. Lo positivo no se inculca llenándolo de halagos. Decirle siempre que lo hace todo bien puede ser tan negativo como echarle siempre broncas, porque al final, le despista, y cuando pasa algo malo y se equivoca, no tiene la autocrítica suficiente como para asimilarlo. ¿Por qué? Porque se ha acostumbrado a que, se esfuerce poco o mucho, la gente le felicite. Es decir, ha perdido nuestra prioridad número uno: "saber que lo que te pasa es consecuencia de tus actos".
  1. Necesita practicar actitudes que le hagan sentirse bien, así que, ¡llevémosle hasta ellas! Ideas: Si le inculcas lo digno y educado que es dejándole pasar a una persona mayor, o ayudar a los demás refuerzas en él el sentido de que está en su mano hacer en el mundo cosas buenas y que le hagan sentirse bien. ¿Cómo llevarle hasta estas actitudes? Pues, por ejemplo, compartiendo tu esta tarea a su lado.
  1. Las discusiones pueden ser la semilla de todos los males... o de todas las soluciones. Cuando se pelee con alguien, haz "terapia" con los dos, que hablen, que se expliquen, que aprendan a entenderse el uno al otro... ves conduciendo sus conversaciones hasta que lleguen a un acuerdo. Así aprende que hablando se entiende la gente , y que cuando alguien cercano hace algo que nos duele, seguramente sea porque no se de cuenta de la situación antes que porque nos odie, no se pueda confiar en él, etc...
  1. Imagina un fin de semana solos. Pero solos tú y tu pareja. Relajados. Con jacuzzis y baños calientes. ¿A que es la mejor forma de fomentar en uno mismo un espíritu positivo y constructivo? Pues igual pasa con los niños, solo que sus espacios de relajación son diferentes. El más indicado es cuando se van a dormir. Si antes de ello, en vez de dejarle viendo películas de acción, nos ponemos a charlar con ellos o a leerles un cuento les enviamos a ese reparador mundo de los sueños con una buena carga de pensamientos positivos que, allí en el sueño, se afianzan y tienen un efecto benéfico sobre su carácter.
  1. Y sobre todo, hay que hacer examen de conciencia . Los niños absorben de nosotros valores y miradas sobre las cosas que a veces se nos escapan de las manos. Les mandamos más mensajes de los que somos capaces de controlar. Así que , ¿cómo somos? ¿cómo enfrentamos en el día a día las cosas?
Examina tus respuestas cuando tienes un problema. Una persona pesimista tiende a mirar el problema y pensar que será duradero, permanente, quizás inamovible. En el primer ejemplo que pusimos, Juan se veía enseguida durante mucho tiempo en el paro. Se veía en lo peor antes de empezar a hacer nada. Y un problema concreto, como era un despido, acababa inundándole por dentro y ya no era solo cuestión de trabajo, es que además es un mal padre.

En cambio un optimista ve el problema, no lo esconde, pero le da la dimensión apropiada, no "se come la cabeza" pensando solo en él. Mira más allá y se da cuenta de que en su vida hay muchas cosas buenas. Y cuando las ve y las siente, coge fuerzas y soluciona ese pequeño espacio donde estaba el problema. "En peores plazas hemos toreado", "problemas más gordos he tenido y salí adelante" o "ojalá que todos los problemas que tenga en la vida sena tan grades como este"... frases de este corte resuenan en su cabeza para salir adelante.

¿Cómo enfrentas tu las situaciones complicadas? ¿Cuál de los dos "estilos explicativos" estás transmitiendo cada vez que un problema anda cerca? 

Fuente: http://somospadres.com/contenido/articulo/8380/optimismo 

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